En los últimos años se ha evidenciado un mayor conocimiento e interés por la disfagia en el paciente crítico, sin embargo, sigue estando infradiagnosticada y con muy escasa presencia en la codificación diagnóstica al alta de UCI. Desafortunadamente, existe una gran variabilidad en el diagnóstico y tratamiento de la disfagia y es preciso de un manejo multidisciplinar y protocolizado ya que está relacionada con una mayor morbimortalidad.
Es obligatoria su evaluación con cribados y métodos diagnósticos instrumentales para asociar modificaciones en la dieta oral que haga que ésta sea segura y eficaz. Con el fin de alcanzar los requerimientos calórico-proteicos tras el inicio de la dieta oral, se pueden administrar suplementos nutricionales con viscosidad adaptada y, si aun así no se alcanzan, debe considerarse la nutrición enteral complementaria.
La disfagia es un síntoma con código específico en la Clasificación Internacional de la Enfermedades publicadas por la OMS, en el CIE-10 con el código R13.10 y en CIE 11 con el código MD93. Se define como la dificultad para transferir el contenido oral de forma eficaz y segura hasta el estómago. Dentro del concepto disfagia, se incluyen la penetración y la aspiración. La penetración se define como la entrada de alimento en el vestíbulo laríngeo, por encima del nivel de las cuerdas vocales. La aspiración consiste en la entrada de alimento en la laringe, por debajo de las cuerdas vocales. Esta aspiración puede ser silente (sin manifestaciones clínicas) o provocar manifestaciones clínicas (tos). La deglución es un proceso complejo que comprende 4 fases: una fase oral preparatoria, fase oral de transporte, fase faríngea y por último fase esofágica. Dependiendo de la localización de la disfagia se clasifica en disfagia orofaríngea y disfagia esofágica. Y según la afectación que lo motive, en estructural o funcional.
Se han identificado seis mecanismos dentro de la fisiopatología de la disfagia en el paciente crítico y, probablemente, en los casos más graves, participen varios de ellos:
Hasta el 41% de los pacientes que han requerido ventilación mecánica invasiva durante más de 48 horas presentan disfagia adquirida. Se relaciona con mayores estancias en UCI y hospitalaria, más reingresos y aumento de morbi-mortalidad y del gasto sanitario.
Entre los factores predisponentes a desarrollar disfagia en el paciente crítico destacan:
Atendiendo a las publicaciones, es difícil determinar cuándo es el momento adecuado para valorar la presencia de disfagia en el paciente crítico. En una revisión sistemática en la que incluye 14 artículos, se observa que el momento de realizar la exploración para el diagnóstico de disfagia postextubación (DPE) es muy variable, desde las 24 horas a los 5 días postextubación. Una revisión más reciente apunta a que la valoración de la disfagia en las primeras 24 horas con respecto a una valoración más tardía no afecta a la incidencia. Por tanto, si bien no se puede realizar una clara recomendación de cuándo realizar la valoración de la DPE, parece adecuado recomendarla una vez descartada la posibilidad de reintubación (aproximadamente tras 6 horas de la extubación) sin esperar mucho más allá de las 24 horas.
Aunque pueda generar ciertas dudas, el paciente portador de cánula de traqueostomía también podría iniciar una ingesta oral, ya sea total (probablemente menos frecuente) o parcial, en la que las degluciones formen parte del tratamiento de logopedia y mejore el estado psicológico del paciente. La valoración de la disfagia en estos pacientes no está muy estudiada. La recomendación que se realiza está basada en la experiencia. Hay que tener en cuenta que para valorar adecuadamente la presencia de disfagia se debe desinflar el neumotaponamiento de la cánula (o portar una cánula sin neumotaponamiento) que sea evidente el paso del aire hacia la glotis y el paciente tiene que ser capaz de estar desconectado de la ventilación mecánica (VM) al menos 6 horas al día ya que la exploración se debe realizar con el paciente desconectado de la VM.
Hay que tener en cuenta tanto la seguridad como la eficacia en la transición de la vía enteral a la vía oral.
Uno de los aspectos más importantes para establecer la estrategia de nutrición en estos pacientes es el cálculo de la ingesta vía oral a lo largo del día. Ello nos permite conocer la eficacia o adecuación nutricional a los requerimientos calculados. La primera dificultad es que no están bien definidos cuáles son dichos requerimientos y si son iguales para todo tipo de paciente crítico en la fase de recuperación. Por el momento, el consenso es alcanzar un aporte calórico entre 25 y 30 kcal/kg/día y dosis de proteínas entre 1,3-1,5 g/kg/día.
Para la valoración de la ingesta oral en pacientes hospitalizados se disponen de métodos precisos basados en la doble peso de los alimentos antes y después de la ingesta, pero se reservan para estudios de investigación dada la complejidad y la carga de trabajo que suponen. Para la práctica diaria se recomiendan métodos semicuantitativos, que estiman visualmente la proporción ingerida de cada componente de la bandeja de alimentos (diagrama de platos) o la puntuación en escalas analógicas (visuales o verbales) o una combinación de ambas. En todo caso, deberían ser realizadas por personal sanitario, preferentemente entrenado (dietistas). En esta población de pacientes, considerados por definición como “en riesgo” de malnutrición, la evaluación de la ingesta debería realizarse diariamente, para poder detectar situaciones de eficacia nutricional insuficiente y elaborar un plan individualizado.
La disfagia adquirida en UCI es potencialmente recuperable, tal y como varios estudios lo demuestran. Además, esa recuperación es muy precoz. Pacientes con diagnóstico de DPE, recuperan la deglución durante el ingreso hospitalario, y prácticamente todos los pacientes recuperan la deglución durante el seguimiento. Los pacientes con menor probabilidad de recuperar la deglución son los que, como consecuencia del ingreso, presentan una alteración anatómica que produce la disfagia, y los pacientes con debilidad adquirida en UCI, que presentan un predominio de afectación neuropática.
Para conseguir una óptima recuperación, se necesita iniciar el tratamiento con logopedia precoz, de hecho, retrasar el inicio se asocia con secuelas persistentes en la deglución y mortalidad al alta hospitalaria.
Los principios para la rehabilitación de la disfagia se basan en la intensidad, la especificidad, la transferencia y la variabilidad de los ejercicios, así como en el descanso y la potencial reversibilidad de la alteración.
Existen infinidad de ejercicios de logopedia para la recuperación de la disfagia. Los más utilizados son las maniobras posturales, el control del volumen y la viscosidad de los alimentos, ejercicios con pedacitos de hielo, electromiografía de superficie, electroestimulación, estimulación sensorial, desinflado paulatino del neumotaponamiento y el trabajo para mejorar la fuerza inspiratoria y el pico de tos. En pacientes con traqueostomía, el uso de válvula fonatoria también se ha demostrado útil en el tratamiento de la disfagia.
Durante la recuperación de la disfagia es importante adaptar el volumen y la viscosidad de los alimentos, utilizando siempre la viscosidad y el volumen más seguros para el paciente. La importancia de la variación en la viscosidad radica en que la respuesta motora que se obtiene depende de la misma. Además de la viscosidad, alternar sabores mejora la deglución porque estimula los receptores sensoriales.